ASÍ NACIERON LAS ORGANIZACIONES DE TRABAJADORES PETROLEROS
Eran muhcas las peripecias, incomodidades, el hambre, el frio, y muchas y muy dificiles condiciones de trabajo. especialmente para los trabajadores de empresas contratistas.
En este frente de trabajo, ocupados en la misma obra, había conmigo,
trabajadores Texacos, de Roberto Ortiz y Calycal. Pero por esas ironías
de la vida, solamente los Texacos dormían en el campamento de Alisales
disfrutando de todas las comodidades. Además, a éstos les llevaban el
almuerzo en helicóptero del casino de Alisales.
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Fotografía: Álbum familiar GP - Helicoptero campo Orito |
Los trabajadores de contratistas vivíamos y dormíamos en carpas en una loma a 3 kilómetros del sitio de trabajo, sin ninguna comodidad; debíamos empacar el almuerzo a las 5:00 de la mañana y llevarlo al sitio de trabajo para consumirlo a las 12:00 del día, sin importar si estaba congelado o lleno de hormigas. Las carpas solo cubrían dos costados y los otros dos los tapábamos con costales viejos para evitar las ráfagas de aíre. Las camas era costales rellenos de hojas de helechos, puestos sobre tarimas de varas o ramas de árboles.
Como dije antes, nuestros dormitorios eran verdaderas pocilgas, y éste era el tratamiento que recibíamos como retribución al esfuerzo dedicado a ejecutar las tareas relacionadas con los trabajos de construcción, reparación y mantenimiento del oleoducto. Por algún motivo que he olvidado, un día se paralizo el trabajo en la variante, y ya estábamos en el fondo de la hondonada, sobre la quebrada, donde se debía construir un puente para el paso de oleoducto.
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Fotografía: Álbum familiar GP - Manejando Bulldocer |
Estando ocupados en ésta labor, llegó el helicóptero procedente de Orito, y en el también llego el jefe, el señor Smith. Hasta ese momento nadie había sugerido que hiciéramos alguna reclamación. Por éste motivo, y especialmente por lo sucedido el día de la selección de los “machineros”, me sorprendió que uno de los compañeros y creo que fue el “indio Girón” propusiera mi nombre para que en representación de todos hablara con el señor Smith, quejándonos de la alimentación y de las carpas que teníamos como dormitorio. Pregunté si todos estaban de acuerdo, y la respuesta fue unánime y afirmativa.
Escogí como compañero a Juan Agustín Ibarra y subimos al sitio donde se encontraba el señor Smith, quien entendía suficiente español. Mario Flórez quiso saber a qué habíamos subido, y le dije que íbamos a hablar con el gringo algo que solo él nos podía resolver. Saludé al jefe y le pedí que si era posible que visitara nuestro campamento para mostrarle cómo teníamos que dormir.
El señor
Smith, no esperó más explicaciones y nos invitó abordar el helicóptero,
ordenando al piloto que nos subiera hasta las carpas. Entre las carpas donde
está la cocina y los que eran los dormitorios, habíamos construido una
empalizada con troncos de yarumo para evitar caminar sobre el barrizal.
Era todo lo que teníamos para que conociera el gringo. Abordamos el helicóptero y descendimos al sitio de partida. Allí se encontraba además de Mario Flórez, otro gringo de apellido Dresser.
El jefe Smith los llamó y les preguntó si habían visitado nuestros “dormitorios” y los dos respondieron que no. El jefe en un tono bastante subido les dijo: “considero injusto que éstos trabajadores no puedan tomar su almuerzo caliente”. Al señor Flórez le ordenó. “A partir de mañana, disponga para que les traigan el almuerzo caliente hasta el sitio de trabajo”.
Luego me llamó y delante de todos me dijo: “a usted lo hago responsable del nuevo campamento. Debe construirse en piso de madera a 50 centímetros de la tierra; carpas nuevas cubriendo los cuatro costados; cuando éste terminado no quiero ver costales, ni dentro ni fuera de las carpas; los contratistas deben traer, camas, colchones, tendidos, cobijas, almohadas y toldillo”. Volvió a ordenarme. “tome trabajadores ocasionales y póngalos a adecuar el terreno donde se construirán los pisos para el nuevo campamento. Usted me responde porque todo quede bien”. Abordó el helicóptero y se dirigió hacia Orito.
Vista ésta reacción espontánea, originada por el maltrato y discriminación a que éramos sometidos, y si se tiene en cuenta que hasta éste día la actitud de mis compañeros había sido pasiva y sumisa acatando las `órdenes del supervisor Flórez y que por otra parte, ninguno y menos yo, tenía experiencia en asuntos de reclamaciones laborales, que me hubieran escogido como su vocero para hablar con el señor Smith, me causó sorpresa, no imaginé que la reclamación personal del día de la selección del grupo de “machineros”, unida a la de hoy como vocero de todos, marcarían el horizonte y el futuro de mi vida laboral.
(...) Y como se dice. “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
El 20 de mayo de 1980 la discriminación vivida durante tantos años tocaba su fin, cuando todos llegamos a integrar la nómina de Ecopetrol, dejando atrás las duras huellas de la Texas y sus fieles asesores.
(...Todo el relato en el libro).
Guillermorelata.blogspot.com
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